Se preguntará el político, ahora que andamos en nuevas elecciones, qué narices querrá el votante. Para prometérselo, más que nada. ¡Pues ser funcionario, qué va a ser! Porque ser funcionario te permite tener seguridad en el trabajo y tiempo. ¿Entonces el dinero?
Tal vez no sea tan importante. Tal vez la gente crea que sí, que es básico, porque eso le han enseñado y porque las facturas llueven, pero si se les enseñara otra cosa, ¿cambiarían el chip? Esa filosofía nos la imponen las necesidades y el modelo económico de producción a destajo imposible de esquivar. Ante ese callejón sin salida, la derecha se adapta y la izquierda no se resigna, esa es básicamente la diferencia entre ambas ideologías, pero ambas reconocen que el sistema es duro y exige del individuo habilidades cada vez más agobiantes, para aguantar el tirón.
¿Si hubiera otras opciones, serían minoría los adoradores del dinero?
Tal vez entonces, la mayoría se plantearía de qué narices sirve, si no se puede disfrutar por falta de tiempo.
Un modelo social estable que premie tiempo y tranquilidad como calidad de vida en vez de dinero, produciría un beneficio económico más humano a largo plazo. Porque el mercado no es el paraíso, es el infierno necesario.
Y eso quiere la gente, señor político, nuevos modos de pensamiento y en ello deberían esforzarse los expertos. Debería flexibilizarse la contratación, pudiendo los trabajadores optar por empleos de menos sueldo a cambio de más calidad de vida, sin que ello suponga para el empresario mayor gasto o menor beneficio. Y, ya de paso, que unos cuantos ambiciosos corruptos no roben lo que no necesitan y que luego sea el ciudadano quien tenga que reponer con impuestos lo robado, ya sea de Panamá, Venezuela, Valencia o Andalucía.
Y cambiar un modelo educativo que finge promover cultura pero que en realidad se creó para poner al ciudadano al servicio de la producción, exigiéndole artificiosamente cada vez más cualificación.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 10 de mayo de 2016)
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