MAS ALLÁ DEL BLANCO Y NEGRO. MATICES. RAZONAMIENTOS INESPERADOS.
Decíamos en el artículo anterior que todo escritor debe mostrar los dos extremos de cualquier problema que se saca a debate en un diálogo. Pero no sólo. También debe mostrar algunos matices más que no necesariamente tienen que coincidir con los dos extremos en conflicto. Es preferible exhibirlos todos los argumentos y no limitarse a los dos que aportan los personajes.
El autor debe ingeniárselas para sacar a relucir esas nuevas ideas colaterales, aunque no se incluyan en el “pull” de razones de los combatientes. Utilizando el truco de “lo que aportan ambos” y añadiendo a sus ideas “base” una deriva inesperada. El diálogo en la novela
Como consecuencias del enfrentamiento y del razonamiento sorpresa con el otro, los contendientes pueden descubrir una tercera idea que ellos mismos no tenían prevista cuando iniciaron el debate… pero sí el autor. Se enriquece así el debate y pasa a otro nivel, superior y enriquecido.
Aportando otros matices que no estaban incluidos en la posición inicial de los que se enfrentaban, aumenta la calidad del debate.
Por lo tanto, el análisis previo a ponerse a redactar el diálogo debe emprenderse con la mente abierta para poder argumentar con fuerza a cada uno de los aspectos contradictorios. El diálogo en la novela
3.- ARGUMENTOS CERRADOS, QUE “ABRAN” EL DIÁLOGO.
Pero el buen diálogo, el diálogo de verdad, tiene otra característica más. Cada personaje, en su intervención, se posiciona, propone con contundencia.
En un diálogo se intenta convencer al otro. Los argumentos deben ser rotundos, definitivos, sin opción a réplica. El lector y el personaje han de tener la sensación de que la intervención ha sido incontestable.
Pero esta rotundidad en sus afirmaciones siempre debe contener un matiz oculto, un detalle en el que el lector no se haya fijado e invite al nuevo interviniente a construir otro argumento igualmente incontestable que a su vez encierre otro pequeño matiz… El diálogo en la novela
del que el primero pueda valerse y dar un paso más en nuevos argumentos, igualmente rotundos…
… y así hasta agotar el tema. El diálogo en la novela
AND THE WINNER IS…
El truco está en parecer radical con la intención, como decíamos en el artículo anterior, de que el lector considere que el autor es una persona moderada capaz de matizar. Pero para ello los personajes tienen que ser radicales. Porque un radical es mucho más atractivo que un moderado y el perfil de los personajes se construye de una manera más dinámica de este modo.
Que los razonamientos parezcan cerrados. Pero contrarios. Que el lector tenga la sensación de que la discusión ha acabado con cada argumento. Que, en apariencia, haya vencido el que intervenía.
En la medida en que la repica que ha de venir “no se la espere” el lector, se logrará que el diálogo satisfaga y el éxito sea mayor.
Lo cual dependerá de la primera premisa, la inteligencia natural del autor
…y de la segunda, de lo que el autor haya analizado el problema, antes de meterse a construirlo.
Y acaso de una tercera: la capacidad de dosificar los argumentos a lo largo del diálogo.
4.- ASPECTOS FORMALES DEL DIÁLOGO.
Y pasamos al último aspecto, el aspecto formal. Que el diálogo se ajuste al personaje.
Esta cuestión es mucho más difícil. Si difícil es ser narrador, como persona y como escritor, para reflexionar y sacar conclusiones; si difícil es analizar un problema sin otorgarle a ninguno de los bandos la victoria, ofreciendo argumentos en una y otra dirección… dosificando trayectorias hasta llegar al resultado final, a ser posible no en línea recta, más difícil es ajustar el diálogo a la psicología de los personajes. El diálogo en la novela
Llegamos ahora a la fase donde hay que ajustar todos esos argumentos a la psicología del personaje.
LA CATEGORÍA DEL PERSONAJE. FONDO Y FORMA.
Siempre que se habla de diálogo, encontraran consejos sobre la forma en que el diálogo debe producirse.
Pero no solamente el ajuste debe afectar a la forma. También al fondo.
Analicemos primero
EL ASPECTO FORMAL.
El diálogo debe adaptarse a quien lo emite. Si el personaje es un paleto, por ejemplo, se recomienda usar la frase corta, el vocabulario reducido, no muy elevado, y con fallos de pronunciación y de estructura (anacolútos, etc.) para que refleje bien la “realidad” de un personaje inculto y sin estudios.
Si el personaje es un extranjero, se recomienda usar el verbo en infinitivo en sus intervenciones.
Ejemplo de paleto: “Los cómicos eran mu graciosos” el lugar de “los actores eran buenos”
Ejemplo de extranjero: “Yo haber venido a España a trabajar, necesitar papeles”.
Esto, en sí, es muy elemental y no ofrece mayor dificultad. El diálogo en la novela
Pero no es suficiente. El diálogo en la novela
Es necesario afectar a otras cuestiones, no solamente formales. No se puede cometer el error de no hacerlo. Debe cuidarse este aspecto. Los personajes tienen que hablar como lo que son, el paleto como paleto, el inmigrante como inmigrante y los demás como lo que sean. Pero no es suficiente. ¿por qué no es suficiente?
FONDO DEL PERSONAJE EN EL DIÁLOGO. El diálogo en la novela
Porque el personaje, además, debe intervenir y dar sus argumentos. Si el personaje no da argumentos, no puede ser contestado. Si el personaje no ofrece matices en su intervención, no podrá invitar al segundo personaje a emitir su argumento complejo y enriquecedor a la vez y el diálogo no interesará. Es decir, un argumento permite que surja otro argumento y se enriquezca la idea. Hay que avanzar, pero solo se puede avanzar si el que interviene aporta algo nuevo, una nueva información, a ser posible inteligente, que le incite al otro a intervenir de nuevo.
INTELIGENCIA DE UN PERSONAJE NO INTELIGENTE
Pero un personaje con capacidad intelectual limitada, tal vez inferior al escritor que lo crea, no puede ni debe aportar argumentos demasiado fuertes. Sin embargo, debe poner el jaque al personaje inteligente. Tal vez con un hecho o un refrán que le haga dudar. Es difícil hacerlo, pero el escritor debe conseguir este efecto contradictorio.
El escritor debe jugar con habilidad LAS CARTAS QUE EL MÍSMO REPARTE EN UN JUEGO INVENTADO POR ÉL para mostrar argumentos fuertes en la intervención de ese personaje inculto, a la vez que destaca su inferioridad. Es una labor esquizofrénica. Se puede hacer. Tal vez haciendo que el propio personaje inferior sea resolutivo en la expresión simple de un problema complejo.
Ajustar el diálogo, no solo en la forma, sino en el fondo, en lo que dice, a la psicología personaje, es un reto añadido que se debe dar simultáneamente con las otras dos premisas. El diálogo en la novela
FORMA Y FONDO DEL PERSONAJE INCULTO EN EL DIÁLOGO.
Es una prueba de fuego, poner a un personaje de cultura mediana o baja y otro cultivado a debatir sobre un asunto. Ello pondrá a prueba las tres premisas necesarias para un buen diálogo.
El aspecto formal, cómo se ofrezca ese diálogo, es importante. Pero si no se atiende al fondo de la cuestión y a la capacidad de cada uno según su condición para elaborar la idea, de nada servirá que utilice un verbo determinado, una frase corta o larga, o una terminología de uno u otro tipo, más o menos reducida.
Si lo que se está diciendo contradice la forma de hablar del personaje, causaremos una sensación extraña. Porque un paleto no puede hablar de filosofía más allá de “la popular”, con sus lugares comunes, que puede servir de características al que no ha estudiado. Sería chusco que un paleto, presentado como paleto, nos hable de Kant o de Rousseau. Debemos ser muy sutiles en esto.
PSICOLOGÍAS NO ELEMENTALES
Pero es que además hay que ser sutiles. Sí, sutiles. Porque debemos huir del arquetipo y hacer a nuestros personajes singulares y únicos. Recordemos que un personaje se define por los que hace, pero también por lo que dice por cómo lo dice. Siguiendo con el ejemplo, si construimos el personaje de un paleto arquetípico, pero sin individualizar, sin darle unas características propias, no interesará. El diálogo en la novela
Para para establecer un diálogo verdaderamente rico, interesante, necesitamos crear personajes más complejos y darles una voz real.
DEBATE DE DOS PERSONAJES. El diálogo en la novela
Cuando hablamos de ajustar el contenido de los argumentos que da el personaje (lo que dice), a su expresión, (cómo lo dice), nos estamos refiriendo al paleto, pero también a aquel personaje más rico y sutil en su perfil. Un personaje que tiene estudios y una cultura media, distinta y contraria al otro con quien debate, que también tiene estudios. Tienen psicologías diferentes.
Poner a debatir a un personaje inferior con otro superior es uno de los retos más difíciles.
PONGAMOS UN EJEMPLO
Voy a poner ahora un ejemplo de psicologías complejas de personajes que pueden ser reales o verosímiles en su sutileza psicológica.
Pongamos el ejemplo de Sara, en “Ante todo mucho karma”
Sara es una persona inteligente, pero traumatizada porque ha tenido un niño y no se siente madre. Esa Sara, enamorada de Aaron, treintañera, liberal, acomplejada, compleja, que lucha contra sí misma, debe reflejar en sus intervenciones dialogadas todo ese complejo mundo cargado de modernidad. Una modernidad que oculta su frustración y, en este sentido, el diálogo, en su sutileza, debe reflejar todo eso con naturalidad.
1.- debe reflejar todos estos matices.
2.- con naturalidad.
CANTIDAD DE MATICES QUE MUESTRA EL PERSONAJE EN EL EJEMPLO EXPUESTO.
El diálogo tiene que adaptarse y conseguir estos dos objetivos a medida que se va escribiendo. El lector tiene que deducir por su forma de expresarse
1.- que se trata de una mujer. (Características especiales de la forma de expresarse de una mujer, distintos a los de un hombre, por mucho que se diga)
2.- que está acomplejada (sin especificarlo claramente, lo cual es mucho más interesante: que lo deduzca el lector)
3.- que el propio personaje, en su intervención, pretenda disimular su propia frustración y complejos que, sin embargo, se entreven en su discurso.
4.- que desee no dar importancia a su problema, incluso niegue el problema.
5.- que fluctúe entre la animosidad a que le incita su condición de mujer joven y moderna y su inclinación a traumatizarse.
Y todo eso se tiene que dar en una frase o en una réplica corta.
EN RESUMEN.
Psicologías complejas, personajes con muchos vértices y aspectos contradictorios, que suponen para el escritor un reto a superar y que solo se supera
1.- con inteligencia
2.- profundizando en el problema
3.- matizando
4.- adaptando el vocabulario, la estructura de la frase y las ideas al perfil de cada personaje que interviene.
¿CÓMO SE CONSIGUE ESTO?
¿Qué cómo se consigue esto? Principalmente corrigiendo. Corrigiendo mucho. Observando la realidad. Analizando lo que dicen los demás para trasladarlo al papel.
OBSERVAR, OBSERVAR, OBSERVAR. El diálogo en la novela
Observar la realidad. Darse cuenta de modos de expresión de la gente, de quién es igual al personaje que pretendemos construir e imitarlo para luego transformarlo como figura ficticia. Analizar formulaciones que la gente de nuestro alrededor usa, con el fin de juzgarlas y saber cómo piensa. “Leer” la realidad, en las expresiones. Qué quieren decir. Qué dicen, pero principalmente qué se callan a la hora de expresar una idea.
La inteligencia del autor, (primera premisa fundamental), tiene que ponerse a trabajar a su máxima capacidad, para detectar estas pequeñas sutilezas.
TRABAJAR LA OBSERVACIÓN.
Puede que se detecten a la primera, porque el escritor ya cuente con esta capacidad innata y sea inteligente de por sí. Si lo es, tiene gran parte del camino hecho. Ahora solo queda pasarlo al papel. Es una segunda tarea, todo un arte. Hay que subirse a la pelota y mantenerse en equilibrio mientras movemos las mazas en el aire sin que ninguna de ellas se caiga. Es una cuestión de entrenamiento.
Si no tiene esta capacidad, el escritor debe ponerse a la tarea cuanto antes y practicar hasta que adquiera dicha habilidad. No es necesario que esté en el proceso de creación de un personaje para entrenarse. Un deportista se entrena todos los días, aunque no haya una competición a la vista.
UN TEMA NO TRATADO. El diálogo en la novela
Más difícil de tratar es el tema de la ironía, la naturalidad, la “forma orgánica” de las réplicas que se ofrecen en el diálogo inventado por nosotros. Dependerá de la psicología, el perfil de los personajes, la situación de dominio entre uno y otro, lo cual hace necesario el uso de una u otra variante en el vocabulario y en la estructura de la frase. Los lugares comunes, los refranes… todo esto es una cuestión de práctica, cuya clave reside en la observación de la realidad. Nuestra capacidad de analizar las formas de socialización de la gente normal.
En la medida en que seamos seres más sociales y menos enclaustrados en nosotros mismos, podremos hacer diálogos más ricos y jugosos.
O podemos ser personas menos sociales, pero más cultos. Haber leído y ser más observadores a la hora de analizar películas o libros que nos enseñen los matices de la comunicación, si es que no los obtenemos en el contacto directo.
CONCLUSIÓN.
Cuatro premisas, no los olvidemos, son:
1.- Inteligencia natural del autor,
2.- Capacidad de profundizar en el tema y de dar argumentos de igual peso a una y otra opción enfrentada en el diálogo
3.- Matices en los argumentos. Sutilezas. Fondo intelectual de los personaje que lo dice.
4.- Ajustar el vocabulario y la estructura de la frase, el aspecto formal, al personaje que está hablando. No podemos dar a un hombre de campo argumentos que no les sean propios y, sin embargo, tenemos que conseguir que ponga, tanto al lector como al otro personaje, tal vez más intelectual, con estudios, que discute con él, en un brete.
Parece difícil y lo es. Solo se consigue con esfuerzo y dedicación. El esfuerzo y la dedicación de una verdadera vocación de escritor.
Un malabarista que sepa manejar los tres mazas, y luego seis mazas, lanzados a la vez en el aire, puede perfectamente subirse luego a una pelota y hacer equilibrios en ella. Parece imposible, pero es cuestión de entrenamiento. Hay escritores que lo hacen y uno no tiene por qué ser menos.
Y recordemos (creo que es necesario insistir…)
1.– inteligencia del autor. Análisis del problema, sin ser maniqueo. Equidistancia. No trabajar con verdades absolutas.
2.- profundidad en el tema.
3.- matices del tema y matices también psicológicos del personaje que se puedan deducir de su forma de hablar.
3.– vocabulario y estructura de la frase adecuada.
Hala, a la tarea. ¿Quién dijo que escribir fuera fácil?
Y si eres un simple lector, espero sepas apreciar todos estos matices en la novela que estés leyendo o película que veas, sea cual sea.
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