EL DIÁLOGO, UN ARTE DE LA PROFUNDIDAD. el diálogo en la narración
el diálogo en la narración
Escribir bien un diálogo es uno de los secretos que hace triunfar una novela. ¿Cómo hacerlo? Aquí expongo una de las dificultades más comunes a las que debe enfrentarse un escritor para afrontar el problema.
ARGUMENTOS CONTUNDENTES.
El diálogo no solamente sirve para definir a los personajes. El diálogo comprende una serie de réplicas y contrarréplicas cargadas de razones opuestas que se tienen que defender. Es un arte esquizofrénico, porque “dos opuestos están hablando”. Cada uno, en su intervención, debe aportar argumentos distintos, contrarios. Argumentos contundentes de su idea. Argumentos expuestos desde su punto de vista, que venzan los del otro, los de su rival. El problema es que el autor es uno solo. Tu eres el protagonista y el rival, el que debe aportar ideas contrarias a ambas posturas.
PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE UN DIÁLOGO.
Uno toma la iniciativa con fuertes argumentos. Le contradice el contrario. El primero le responde con argumentos igualmente fuertes que refutan y matizan al segundo y así se desarrolla un diálogo, esa es la base. Parece fácil, pero no lo es.
EL DIÁLOGO NO SOLO ES ENTRE DOS
Dichos argumentos deben dirigirse al rival, pero implícitamente también se dirigen al lector. Y para dicho lector, ambos deben ser igualmente convincentes. Principalmente en una discusión.
Queremos que el lector “discuta el tema” y, por tanto, las ideas que se aportan desde uno y otro lado deben sugerir matices en el lector; matices que durante la lectura deben plantearse gradualmente. Y esto debe tenerlo en cuenta el escritor a la hora de redactar.
LA CALIDAD DEL DIÁLOGO. el diálogo en la narración
Así se establece una lucha de fuerzas contrarias, una partida ajedrez que el escritor libra contra sí mismo.
Cuanto más contundente y argumentado sean las razones aportadas por ambos personajes, cuanto más sorprendente sea la réplica que viene a continuación, mejor será el diálogo, en un crescendo de calidad. ¿Pero cómo hacerlo?
Existen cuatro premisas que debemos tener en cuenta. No solucionan el problema, pero si las descuidamos, podemos fracasar.
LAS CUATRO PREMISAS el diálogo en la narración.
1.- unas razones poderosas muestran la inteligencia del escritor para razonar y argumentar.
2.- revela si ha analizado bien el problema que se dispone a debatir en su diálogo o si, por el contrario, no lo ha pensado bien.
3.- el diálogo bien escrito revela matices sutiles de los personajes que intervienen en el mismo.
4.- revela su capacidad de adaptar lo que dice, el vocabulario y la forma “física”, superficial del texto, al personaje que habla (selección de vocabulario, construcción de la frase, que no es la misma según el perfil, etc.).
Veamos, a continuación, cada uno de estos aspectos.
1.- LA INTELIGENCIA DEL AUTOR
Sensibilidad e inteligencia a la hora de saber profundizar en los matices.
El escritor debe ser sutil y atender a los más pequeños detalles conceptuales del problema que plantea. En general, se pone en juego la inteligencia natural del propio escritor.
El escritor, como persona, debe saber razonar y explicarse. el diálogo en la narración
Si el escritor no es demasiado sabio, es decir, si no tiene una inteligencia natural para encontrar los matices de un conflicto, si carece de intuición, lo primero que debe hacer trabajar, cultivarse como persona. Procurar llegar al fondo de cualquier asunto, ser hábil a la hora de exponerlo.
EVITAR LOS MANIQUEÍSMOS, SIGNO DE INTELIGENCIA. el diálogo en la narración el diálogo en la narración
Y el primer signo que revela si un autor es inteligente o no, es que no se decanta por ninguna de las dos opiniones. Es lo suficientemente astuto como para dar argumentos de fuerza en ambos campos de batalla. Es profundo en ambos sentidos. No solamente por el fondo del tema, que también, sino porque, de este modo, el lector puede entrar a debatir y no se queda al margen, con un asunto ya resuelto por el propio autor. El autor debe crear la duda conceptual en el lector.
Hallar un distanciamiento suficiente que le permita valorar por igual el blanco y el negro de todo asunto. Establecer, de este modo, grises.
Sí. Su objetivo debe ser establecer una escala de grises para que lector tenga la sensación de que se halla ante un escritor muy inteligente, capaz de los más sutiles pormenores. Solo así el lector tendrá la oportunidad de “intervenir”, desde el sillón de su butaca.
SE TIENE O NO SE TIENE. el diálogo en la narración
La inteligencia del escritor no la presta Salamanca. Se tiene o no se tiene. Esa capacidad para profundizar es innata en el escritor y también en cualquier persona. Hay escritores capaces de encontrar muchas ideas en un solo tema y otros solo unas cuantas o ninguna. Y desarrollan diálogos vacíos. el diálogo en la narración
Lo que debe hacer un autor que carezca de esa inteligencia es estudiar, consultar con otras personas, hablar con ellas, escuchar ideas contrarias de todo tipo para incluirlas en el texto. Hablar con gente inteligente, por mal que te caiga, por humillante que sea admitir que tu contrincante es superior. Ser humilde para saber.
Debatir mucho en la vida real, ser muy abierto a las ideas ajenas y practicar. La inteligencia también se alcanza con esfuerzo y tesón.
TOLERANCIA E IDEAS CONTRARIAS.
Tolerancia y mente abierta, ese es el secreto. Asumir como propias ideas contrarias para poder reflejarlas en el personaje que ha de defenderlas en su narración. Recuerda que todo personaje es tuyo. Incluso los personajes más alejados a tus ideas, son “tus personajes”, tú los has creado y debes quererlos por igual. Piensan y opinan de forma distinta a otros personajes y defienden sus ideas con igual fuerza. el diálogo en la narración
Si todos los personajes de tu novela opinan igual, te saldrá una novela plana. Tienen que ser distintos. Debes hacerlos distintos para hacerlos reales. Y a su vez, debes lograr que tengan luces y sombras como todos los personajes reales. Lo más parecido a personas.
Es en el diálogo donde los personajes muestran esas luces o aciertos, así como sombras, errores o simples fallas en los conceptos que aportan. No debes despreciar a ningún personaje ni manipular lo que dice para dejarlo como tonto. Sus fallas o errores deben estar justificados. Las ideas de todos, incluso las que a la postre se demuestren erróneas, deben ser interesantes para el lector. Debes entenderlas, reflejarlas y ser convincente cuando a las exponga. Solamente así podemos encontrar argumentos “en el otro lado”, para “pelearlos” en el debate.
SI LAS IDEAS NO SE PELEAN… el diálogo en la narración
Si las ideas no se “pelean” en el debate, aburren. Y si creas a un personaje cuyas ideas sean flojas, no interesará.
Las ideas que no compartimos, cuando nosotros no opinamos igual, nos costarán más a la hora de reflejarlas en la intervención correspondiente. Pero debemos encontrar argumentos en ellas. Estamos obligados a escribirlos como si esos argumentos fueran nuestros.
Como creadores de un diálogo, no podemos despreciar a este o aquel personaje y sus ideas por el simple hecho de que no compartamos su posición. Si queremos hacer un diálogo rico, claro, y una novela interesante, cuando interviene el enemigo debe convencernos. Debemos aplicar la misma “pasión” al “hablar por él”. Una posición que debemos defender si queremos hacer un buen diálogo. el diálogo en la narración
Y si el lector no se da cuenta de que no compartimos, como autores, lo que dice el personaje, habremos logrado un buen diálogo.
CUANDO HACER QUE EL DIÁLOGO SE DECANTE POR UNO DE LOS DOS. el diálogo en la narración
En un buen diálogo, los dos contendientes son fuertes, al menos durante el tramo de la novela. Si el diálogo interesa es porque las fuerzas están equilibradas.
Más adelante, en el último tercio de la novela (si el diálogo se ha dividido en tramos o o al final de este), podrá el escritor decantarse por una de las opiniones. Pero si quieres hacer el diálogo interesante de verdad, debes conseguir que lector debata consigo mismo en soledad durante el mayor tiempo posible y se ponga a favor de uno y después del otro, con igual resultado.
Que el lector no sepa a qué atenerse, y que le convenzan ambas opciones, aún siendo contrarias. Y también que haya lagunas en ambas posiciones y que el lector no se dé cuenta de lo que opina el escritor, de la opción por la que se va a decantar finalmente, hasta llegue ese momento. El lector debe tener la duda de “quien tiene razón” en el debate. Solo los diálogos escritos desde esa posición ecuánime pueden interesar.
Llegado el momento en que la trama avance para que, en uno de los puntos de giro, se muestre que personaje estaba equivocado, entonces podrá vencer una de las ideas. el diálogo en la narración
Pero no lo muestres desde un principio.
CHOQUE DE INTELIGENCIAS.
Recordemos que una novela es un pulso que le echa el autor al lector. Y no sabemos lo inteligente que es el lector. Un pulso de inteligencias, donde el lector se decepcionará si lo que encuentra son argumentos flojos o manidos.
Si el escritor no demuestra ser más inteligente o al menos “tan” inteligente como el que está leyendo, despreciará el diálogo y tal vez la novela.
¿Y cómo dar la impresión de inteligencia? Dando la impresión de equidistancia, de eclecticismo, de duda, de punto medio. No decantándose. Quien se decanta, concluye. Toda sutileza, toda apreciación, todo matiz se anula cuando se saca una conclusión. Por tanto, es necesario mantenerse en ese equilibrio donde todo está por hacer, donde nada ha concluido. La moderación y la duda suele ser, por lo común, la fórmula más fácil.
Al menos, dar la impresión de tener una inteligencia suficiente. Una superioridad bien trabajada, bien hilada, con los mimbres fuertes, enlazados, con una capacidad de pensamiento al menos igual, si no superior al rival… al lector. el diálogo en la narración
Cuentas con la ventaja de que tienes tiempo para pensarte los argumentos y elaborarlos. El diálogo en narrativa no es improvisado. Debe dar esa sensación, de que las réplicas y contrarréplicas se les ocurre a los personajes en el momento, aunque no sea así.
2.- EL ANÁLISIS DEL PROBLEMA. el diálogo en la narración
Para ello, el autor tiene que analizar BIEN el problema. Tiene que recopilar todas las ideas y todos los matices alrededor de esta idea. Todos los datos, si los hay, si no es meramente conceptual. No se le tiene que escapar ni una. Todo tiene que estar sobre la mesa cuando se inicie el diálogo. Todas las piezas del ajedrez deben estar en juego y combatiendo contra sí mismas, para que la batalla sea sustanciosa y entretenga. Y de paso, por qué no, enseñe.
Profundizar en el problema, enseñar los distintos aspectos del mismo, distintas caras.
Después, a lo largo del debate, deben darse las ideas una por una, al igual que el argumento de una novela debe progresar hacia el resultado final. El personaje, ya sea uno u otro, parecerá más inteligente si lo hace así. el diálogo en la narración
EL DIÁLOGO, LA PRUEBA DE FUEGO DEL ESCRITOR. el diálogo en la narración
Lo que se debate entre los personajes debe haber sido analizado antes por el escritor. Recordemos que, en el diálogo, es el escritor quien en realidad está debatiendo consigo mismo.
Primero se coloca en el lado de las fichas blancas e intenta ganar a las negras.
Acto seguido se sienta en el lugar de las fichas negras e intenta ganar a las blancas, como en el juego de Geri. el diálogo en la narración
Aportar razones de fuerza para ambos combatientes, que tienen opiniones distintas, es fundamental. Por eso debe mostrar gran tolerancia y una capacidad para comprender ambos puntos de vista. Comprenderlos y conocer sus razones para defenderlas, aunque no las comparta.
En el siguiente artículo analizaré los diferentes matices que se pueden dar a un argumento, cómo introducirlos en el diálogo y el modo que tiene el escritor de seleccionar el vocabulario y dar ese aspecto formal a la idea, para que se adapte al perfil de los personajes.
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