¿Se mal o buen vendedor? Hay ciudades que basan su fuerza económica en el comercio. Ser vendedor es un oficio que debería ser un arte y, sin embargo, el paro, la necesidad de vender a toda costa antes que atender al cliente y darle un buen servicio ha convertido a este oficio en un una profesión mercenaria. Les contaré mi última experiencia. Acudo a una gran superficie a comprar una videocámara. Me atiende un comercial y al preguntar noto un no sé qué desagradable.
Es esa típica actitud del contratado hastiado, mal pagado, joven con pretensiones que aspira otra cosa y que se ha visto abocado a aceptar esto de vender porque es lo único que hay.
Me mira como diciendo: » este viene a mirar». Le pregunto y me enseña la más cara. Intento decirle que la quiero barata y me desprecia. No digo que no fuera amable pero tenía unas ganas de perderme de vista que ni te cuento. Me empeño en que me enseñe otras y si la llego a comprar hubiera salido con la sensación de ser idiota. Le digo que me lo pienso para ver si se va y localizo a otro vendedor, que llega con una sonrisa. Con él, siento que no soy tonto por querer las cámaras baratas. La compro. Me siento bien al comprarla. Me escucha cuando hablo. Se calla si opino. «Perdone, perdone», nos perdonamos por interrumpirnos. Somos amigos de circunstancias. No desprecia mi opción. Sabe que las baratas también se venden. Relativiza aquella tan cara, me cuenta un problemilla que el otro me ocultaba. Me voy convencido de haber hecho la m
ejor compra. Siempre que entró en esa gran superficie, evito al vendedor cineasta y busco a mi amable dependiente vocacional.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 05 de enero de 2016)
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